THE MADCAP LAUGHS - Syd Barrett

Todas las reseñas sobre este disco hacen referencia -comprensiblemente- a la penosa enfermedad mental de Barrett, que casi lo inhabilitó para grabarlo y que lo inhabilitaría después por completo -pese a que existe un segundo disco, muy sobregrabado por cierto, con demasiada ayuda de dos de sus ex-colegas de Pink Floyd. Éste, el primero, suena más auténtico -más inquietante también- y a la vez más colorido, más melodioso, y cercano al espíritu psicodélico que fue el rasgo principal de Floyd en su primera época -justamente la liderada por Barrett.
Es, realmente, imposible no pensar en la condición psíquica del músico, al menos durante la tercera parte del disco -donde aúlla, desafina, murmura extrañamente, en fin... es un poco desesperante. Uno desearía que algunos temas no se hubiesen incluido; no hay necesidad de exhibir tan crudamente la inestabilidad emocional de una persona. Claro que esa exhibición -despiadada, a mi juicio, pues no creo que Barret estuviera en condiciones de decidir qué incluir y qué no- ha contribuído a la leyenda. Es casi inseparable del mito de Roger "Syd" Barrett ("el genio loco", "el mártir del rock", etc.). Se sabe: el rock es más un star-system que una música, y sus seguidores más un club de fans que una sociedad de estudiosos. En el caso de Barrett, esto es notorio.
Sin embargo, en su caso la música no es un asunto secundario. Tenía talento compositor e interpretativo, que no menguó demasiado pese a la destrucción psíquica. Más allá de cualquier mito, es verdad que tenía destellos de genialidad -generalmente expresados a través de una inocencia graciosa y desarmante, y a través de una espontaneidad sorprendente y eficaz. El disco parece hecho a ramalazos -probablemente así fue-, a golpes de inspiración; hay canciones que parecen recién escritas, todavía cercanas a los primeros tanteos, a la incertidumbre y relativa ceguera del momento de la creación. Esto es fascinante (esto, y NO los gritos destemplados del pobre Syd, que debieron editarse).
Es un muestrario de música de tono casi infantil, con algo de improvisación -es notable el acompañamiento del grupo Soft Machine, de lo mejor que se puede escuchar en música psicodélica-, con algo también de juego humorístico -la canción Here I go-, de juego surrealista -varias canciones, en particular la excelente Octopus y la divertida Love you-, y por último, con algo profundo y tocante, que nunca cansa -No man´s land, Late night, Long gone-.
Excepción hecha de algunos temas -pocos, en realidad-, se trata de un disco excelente, irrepetible, encantador.
Sumamente inglés, además. Pues ese aire no lo perdió Barret ni siquiera en medio de sus desvaríos.


Octopus