7.4.12
STREET LEGAL - Bob Dylan
Ah, bueno. Bob Dylan. Acá es donde la cosa se pone interesante. Porque hay que acarrear con un montón de información-leyenda. Pesadísima:
1) Bob Dylan es un poeta, e incluso el más grande de los últimos tiempos (estos últimos tiempos son hace unos cincuenta años, más o menos).
2) Bob Dylan no es sólo un poeta, sino un profeta (no se sabe bien de qué, ya que el tipo ha negado su afiliación a cualquier clase de izquierdismo, y si bien es cierto que gusta de los negros -véase su apasionada defensa del boxeador Rubin Carter, encarcelado malamente-y que hizo algunas viejas canciones que parecen la versión estadounidense del canto popular uruguayo-, en general es más bien un religioso -quizás cristiano, quizás judío- que cree en la corrupción intrínseca de la naturaleza humana. Si es un profeta, entonces, lo es más del fin del mundo que de la revolución socialista. Ningún socialista revolucionario cree en la podredumbre humana -cree que es un efecto colateral del capitalismo, nada más, y que basta borrar de la faz de la Tierra al susodicho sistema socioeconómicosimbólico para que los hombres -y las mujeres, porque los izquierdistas han de ser también femenistas, necesariamente- se vuelvan buenos -y buenas- como el pan. Bob Dylan, vamos, no cree nada de eso. -Y quizás hace bien-).
3) Bob Dylan era Dios en los años sesenta, pero no en los setenta, mucho menos en los ochenta; en los noventa pudo ganar el Oscar y en los dosmiles hacerse pasar por cowboy nostálgico, burlón y bluesero, pero Dios, lo que se dice Dios, sólo lo fue en los sesenta -cuando los Dioses pululaban por la Tierra).
Bueno, dicho todo esto, vayamos al disco que nos ocupa, Street Legal. Para ello, remitámonos a los puntos precedentes.
1) Bob Dylan no es realmente un poeta, salvo que se entienda por poeta a un compositor de canciones. Pero eso es raro, porque las canciones aplican música a las palabras, y así, las palabras de la poesía -que deben ser su propia música- amplían o estrechan en este contexto su eficacia poética. Por lo tanto, puede ser válido, hasta incluso sensato y noble, decir que Bob Dylan es el mejor compositor de canciones de los últimos tiempos (aunque eso de "el mejor" es siempre un fiasco; ¿qué quiere decir "el mejor"? No se trata de una competencia deportiva).
2) Si Bob Dylan es un profeta, es uno que cobra bastante bien.
3) Bob Dylan no es Dios, y él sería el primero en decirlo, ya que se trata de un hombre temeroso de, justamente, Dios. Inclusive grabó, a principios de los setenta, un disco doble de canciones campechanas para demostrar que, en efecto, carece de cualquier poder divino. (Pero claro, eso lo hizo a principios de los setenta, cuando ya no era, evidentemente, Dios).
Street Legal, en todo caso, es la demostración de nuestras hipótesis contrarias al credo general, y en suma, un disco muy bueno, demasiado bueno para haber sido hecho por un poeta -que probablemente hubiera carecido del swing musical sabroso y turbio que se ofrece aquí todo el tiempo-, para haber sido hecho por un profeta- que hubiera estropeado ciertos amargos cinismos desencantados con arengas sobre la superioridad del Cielo sobre la Tierra-y para haber sido hecho por Dios -en cuyo caso sólo obtendríamos silencio, pues en eso se especializa el Ser Supremo.
Street Legal, tal vez porque cayó en un momento en que cierta gente esperaba otra cosa -y quién sabe qué espera la gente; ni siquiera la gente-, fue entendido en su momento -1978- como una concesión decadente al sonido de Las Vegas y a cierta infatuación del artista con un vago como Neil Diamond. Y si bien, escuchándolo hoy, puede entenderse por qué esa cierta gente pensó esa cierta cosa -en comparación con otros de Dylan, este disco abunda en instrumentación, con grande destaque para los vientos -siempre equiparables a Las Vegas, si nos ponemos malvados- y para los omnipresentes coros femeninos al estilo gospel -que después mancharían para siempre, hasta mediados de los ochenta, las grabaciones de Dylan. Pero nosotros, que conocemos Las Vegas -estuvimos allí hace muchos años, y vimos a Tony Benett en no recordamos ya qué hotel-, creemos que Street Legal en absoluto se le parece, y si lo hace, es en sentido positivo: la ciudad del pecado no está tan mal como ámbito donde acontecen varias de las historias de este disco. Donde, al menos, podrían acontecer, aunque también decimos que podrían acontecer a la vuelta de tu casa, aunque vivas en Latinoamérica, y ser vos mismo el protagonista. Así de feas son estas historias.
No, no tan feas. Apenas humanas, contradictorias -eso incluye el sexismo y la desesperación por la compañía femenina, la personificación de un latino oprimido por el poder yanqui y la soberbia y la depresión de una vieja rockstar-, muy confusas y confundidas, pero siempre magníficas. Realmente, creer que aquí no está el más augusto Bob Dylan -uno de los más augustos Bob Dylans- es extraño.
Nosotros decimos -porque nos gusta decir- que aquí hay dos de las más memorables canciones del bardo de la voz característica: Changing of the guard y Where are you tonight? Que no aparezcan jamás en ningún compilado de "Lo mejor de... " es una de las grandes extrañezas -e injusticias- de la Historia. La primera es gloriosa -puede escucharse unas veinte veces seguidas sin cansar- y la segunda, equiparable a, por ejemplo, You can´t always get what you want de los Rolling Stones. Y sin embargo siguen hablando, algunos, sobre Las Vegas y Neil Diamond. Hay gente que no madura jamás...
We better talk this over
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