Es norma del blog no opinar sobre discos recientes; en parte, por la intención de revisar juicios ajenos anteriores, adheridos demasiado rígidamente a una obra, al punto que se toman como un componente más de la obra; y en parte porque esa práctica nos avisa sobre el riesgo de un juicio apurado a partir del primer impacto. El paso del tiempo es el verdadero juez. Sin embargo, por tratarse de Bob Dylan y, en particular, de un disco que está siendo aclamado, corremos el riesgo. Sepan los lectores que nos exponemos a un gran arrepentimiento.
Trataremos de ser sucintos (quizás por temor), y de emplear un método. Veamos la relación entre la cantidad de canciones y la calidad. Tempest presenta diez temas. Entre ellos:
Cuatro pueden ponerse al lado de los mejores del pasado del artista.
Tres podrían haber figurado en sus últimos álbumes; es decir, lindos blues tradicionales, buenos y sólidos, sin enorme destaque.
Dos son muy buenas.
Y una es muy buena musicalmente, aunque literariamente se queda corta.
En lo literario, salvo esta última, el nivel es alto.
Las melodías parecen haber existido desde siempre, y la banda y los arreglos son excelentes. La producción, anticuada, aireada y precisa, como todas las recientes en manos de Dylan.
Duquesne whistle
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