A TRICK OF THE TAIL - Genesis

Es imprescindible una aclaración: tengo una vieja relación de amor/odio con Genesis. Desde mi tierna adolescencia -cuando osé comprar (con temblorosa curiosidad y espíritu de aventura) "Wind & wuthering", disco que odio hasta el día de hoy- hasta los hits de los años ochenta-que odié menos porque acompañaron mi feliz época veinteañera desde la radio. Pero, después de todo, estoy muy lejos de ser el único y diría, por el contrario, que formo parte de una inmensa mayoría: la de aquellos que aman U odian a Genesis, o mejor dicho, aman Y odian a la vez a Genesis. El motivo para lo último es, quién lo duda, la cambiante naturaleza de la banda: primero epítome del rock inglés, intelectual, sofisticado y progresivo y al fin epítome del pop más craso, comercial, bailable y yuppie, digno de American Psycho. Quién no sabe ésto.
Y quién no sabe -al menos quién que lea las reseñas de discos no sabe- que este de 1976 fue el primero luego de la deserción del cantante e imagen de la banda Peter Gabriel, y que los dioses parecían haber condenado a la banda y se esperaba que el disco fuera un penoso y terminal desastre y en cambio sorprendió por la calidad y porque Phil Collins el batero canta muy bien y muy parecido a Gabriel aunque menos teatral y más rígido, y que la música es muy buena y el álbum uno de los mejores de la banda a pesar de todo, etc.
¿Cuánta verdad hay en ésto?
Bastante.
El disco es bueno y aunque se extraña por momentos la expresividad de Gabriel, hay que reconocer que la expresividad de Gabriel a veces resulta insoportable en sus cambios de voces, interpretaciones caprichosas de personajes, graznidos, murmullos, nasalidades, en fin... es una presencia demasiado veleidosa, que todo el tiempo dice "¡soy yo, soy yo; estoy aquí, mirénme!". Phil Collins, en cambio, puede ser petizo y calvo y todo lo que ustedes quieran pero nos ahorra estos vejámenes. Y el disco en general, pese a ser notoriamente progresivo (sea lo que sea lo progresivo; pero si se lo escucha parece indiscutible que entra en esa categoría -falsa, inocua y ridícula y sin embargo evidente en sí misma, como el cielo o como el mar...), pese a ser, decía, complejo y con largos pasajes instrumentales que poco agregan o incluso poco tienen que ver con las canciones, tiene sin embargo cierto airecillo pop que se filtra aquí y allá, en alguna melodía, en alguna tonalidad, con alguna ligereza... Phil Collins empezaba su reinado.
Pero la banda estaba todavía demasiado preocupada por ser lo que había sido, aunque suena más relajada, como si a fin de cuentas la retirada del pesado de Gabriel fuera un alivio. Más tarde, se iría el excelente y místico guitarrista Steve Hackett y al parecer sería otro alivio, pues ahora estaban libres para ser más sencillos, más pop y ganar más dinero, cosa que hicieron en gran medida en la década siguiente, donde según todas las previsiones debieron morir o al menos languidecer penosamente y sin embargo no, fueron una fuerza comercial imparable, con grandes éxitos que aún definen el paisaje sonoro de la época. Ante esa fama internacional, ante esa imagen de Genesis como la banda de Phil Collins el ídolo de las FM, es bueno regresar a un disco como éste, donde las cosas todavía estaban marcadas por otros parámetros, por otras inquietudes, por otras sensibilidades, más allá de que la calidad musical de la banda -excepto en su última etapa, ya sobre los noventa- nunca decaería realmente, y aquí me aparto de la gigantesca mayoría: Genesis siempre hizo buena música, compleja o sencilla, pretenciosa o a ras del suelo, y eso no se puede negar pese a que, por algún motivo, la banda siempre tuvo algo desagradable, algo objetable, algo que impide la aceptación plena. Ese algo, quizás, se llama sinceridad.
¿Quién dijo que esa cualidad es siempre amena?


Ripples